Somos Aire dentro del Agua...

...y cuando aparecen las burbujas, salen a la superficie los gemidos.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Confieso que…

...estoy caliente y te extraño...




...y eso me pone de muy malhumor.

domingo, 29 de agosto de 2010

Municiones para la guerra

Sábado. Me desperté con unas terribles ganas de salir, así que me vestí, me maquillé y salí de casa. 


Tardé unos 40 minutos (sino más, ¡pobres vendedoras!) dentro del local, pero finalmente salí con 3 conjuntos de ropa interior, dos negros y uno borgoña. Todos y cada uno de ellos absolutamente preciosos: tules bordados, encajes, etc.; y uno más para uso diario. Después de probar no menos de 15 corpiños, y probar varios de ellos con remera, para ver cómo quedaban debajo de la ropa, uno de los botones de la polerita que llevaba, decidió volar por el probador.  Así que tuve que comprar una remera también. 


Un poquito más tarde, me desvié un poco del camino a la casa de Aire y me hice un piercing, pero  finalmente llegué, con chocolates para él y sus amigos. Todos estaban en el jardín, dejé los chocolates sobre la mesa y fui a cambiarme.


Estaba sacándome el jean en el baño, cuando Aire entró. Me vio así, en remera y tanga, me abrazó por detrás y me confesó que lo calienta mi piercing. Le apoyé la colita y jugueteamos un poco. Rápido, sólo lo suficiente para empezar a calentar el ambiente, pero no tanto como para que las visitas noten la prolongada ausencia.


Cuando se fueron los amigos de Aire, y mientras él lavaba los platos, opté por regalarle un mini desfile. Me probé cada uno de los conjuntos y él miraba embobado, apoyado en la mesada, al principio, y más cerquita después, probando y aprobando cada uno de ellos con la vista y el tacto. Mientras él terminaba de lavar, elegí uno de ellos, me puse por encima una pollera diminuta y una remera bien entallada y lo esperé así en su cuarto, sentada en el escritorio.


Él llegó con la cámara. Se paró frente a mí, y comenzó a filmar cómo se la chupaba. No mucho, sólo un poco. Tenía otros planes:


“Subite a la cama. Date vuelta. Las manos contra la pared. Subite la pollera. Bailá. Bajate los breteles. Así...” Se acercó a mí, jugó con mis tetas, nos desplomamos en la cama, me tragué su pija, escupió en mi cara y después de mis intentos fallidos de filmar cómo me la chupaba, decidimos olvidarnos de la cámara y coger como animales. Brutal. Fue absolutamente brutal... las polleras lo vuelven loco. Y yo, yo lo vuelvo loco... ¡y me encanta!

jueves, 19 de agosto de 2010

“¡¿Vivo?!”

Ayer fue el día más largo que tuve en mucho, mucho tiempo. Mucho estudio, mucho viaje, mucho todo. Llegué de noche a la casa de Aire, un poco mojada por la lluvia y ultra cansada. No quería comer, no quería coger, no quería siquiera cambiarme de ropa, sólo quería dormir... y coger después. Por eso le pedí a él que me despierte en una hora y puse el despertador también, por si acaso.

No escuché el despertador. Me desperté en el doble de tiempo que pensaba dormir, y no recuerdo bien por qué. Quizás me despertó Aire, quizás su ausencia en la cama. La verdad es que no recuerdo muchas cosas de anoche. Sí recuerdo que en un primer momento, todavía medio dormida, mientras pajeaba a Aire, mi cabeza hizo un mix muy peculiar de las cosas que estaban en ella. De golpe, sin ningún sentido aparente, mi cabeza me mostraba un plano rebatido de su pija (y mi mano pajeándola) sobre un montón de mis apuntes que estaban perfectamente ordenados por tema.  Algo estaba mal. Nos estábamos equivocando. “¡Nos equivocamos de fuente!”, le dije a Aire en voz alta y, ciertamente, bastante ofuscada. Lo estaba pajeando sobre la fotocopia incorrecta. “¿Eh?“, me dijo. Me di cuenta de que esa imagen era completamente absurda en ese momento: yo no estaba estudiando, estaba en la cama, bajo las frazadas, con las luces apagadas y de verdad acababa a decirle a mi novio que nos estábamos equivocando con las fuentes. Me espabilé. 

Empezamos a coger. Prendí la luz. Seguimos cogiendo. ¡Me tocó trabajar bastante anoche! Acabamos. Remoloneamos en la cama, y así, entre mimos, yo volvía a dormitar y Aire me hablaba de algo... no me acuerdo cómo salió el tema, pero la situación fue algo así:

Aire: ... encontraron en México... algoquenoentendí... ¡y pesaba 550 kg!
Agua: ¡¿una pija?!
Aire: ¿qué?
Agua: uuy... me sentí Susana Gimenez.
Risas.
Siencio.
Agua: ¿te imaginás una pija de 500 kg?
Aire: ...
Agua: ok, ok, mejor me duermo.


martes, 10 de agosto de 2010

Silencio.



Lo miré de manera pícara. No sé con exactitud cómo se transforman mis gestos, pero sé que lo hacen. No sé con exactitud cómo me transformo yo, pero sé que lo hago. La mirada hacia arriba, las cejas arqueadas, los labios torcidos en una sonrisa, a veces, el labio inferior aprisionado por mis dientes. La nena buena, atolondrada, que camina dando algún saltito cada dos o tres pasos, la nena que cuida las apariencias cuando va por la calle, que se rie de cualquier cosa, que hace puchero por cualquier cosa, la nena caprichosa, la nena torpe, la nena... mira ahora hacia arriba con las cejas arqueadas, los labios torcidos en una sonrisa, el labio inferior aprisionado por sus dientes. La nena ya no es nena, a menos que juegue a serlo.

Lo miré con esa expresión, con esa lujuria que desbordaba mi cuerpo. Estaba jugando, sí, pero no a ser nena. Como suelo andar correteando por la habitación, él, sentado en el escritorio, concentrado en lo que leía, no se percató de que mi inquietud iba, ésta vez, para ese lado, así que fui corriendo hacia donde estaba y, como siempre, me senté sobre sus piernas simulando querer molestarlo. Como siempre, se rió y se acomodó para poder seguir trabajando conmigo encima. Pero no pudo. No pudo porque lo pierden mis besos en el cuello. No pudo porque se desespera cuando muerdo su oreja.

Cerró los ojos. Suspiró. Me miró. Le sonreí. Me preguntó bien bajito si estaba caliente. Metí su mano dentro de mi pantalón para que lo compruebe por si mismo. Mi tanga, empapada, habló por mí. Llevó sus dedos a mi boca. Los lamí entusiasmada. Me cargó sobre sus brazos y me dejó caer en la cama. Me sacó la remera. Quiso besarme, no lo dejé. Moviendo la cabeza hacia los costados en señal de negación, le expliqué que no, al tiempo que desabrochaba su pantalón. Quería besar su pija. Entendió. Él solito se desnudó de la cintura hacia abajo, y yo, mientras tanto, quedaba sin corpiño.

Arrodillada en la cama, agarré su pija, la miré, me enamoré otra vez de ella. La lamí desesperada. Volví a mirarla. Aspiré su aroma. La escupí. Lo miré a él. Metí todo lo que pude de una vez en mi boca. Una y otra, y otra vez. Suspiró. Me empujó. Se abalanzó sobre mí. Terminó de desnudarme y me cogió. Su necesidad era urgente. Mordí mi mano para no gritar, luego su hombro. Ahora, en cuatro, la víctima de mis dientes fue la almohada, y él mientras tanto, apretaba cada vez más fuerte mis caderas al tiempo que sus huevos golpeaban contra mi culo. Me tiró del pelo, me hizo doler. Me hizo acabar, y acabó él. Todo en un completo silencio. No siempre está la casa vacía.

sábado, 7 de agosto de 2010

Soma.

Estábamos cansados, los platos quedaron sin lavar y ni siquiera preparamos las cosas para la mañana siguiente. Decidimos dejar el sexo para la madrugada siguiente, antes del trabajo y, en su lugar, apagamos las luces y vimos dos capítulos de TBBT en la cama. Me saqué el pantalón del pijama y cuando quedé en remera y culotte colorado, el roce de nuestras pieles nos dio un cambio de perspectiva.

Abrazados como estábamos, sentía su pija crecer contra mi cola mientras me besaba el cuello. Me giró, se subió encima mío y aún besándome fue bajando desde mi cuello hasta mi entrepierna. “Cogeme“, le pedí después del primer orgasmo, “por favor, cogeme“ le supliqué al oído en un susurro que fue casi ronroneo, cuando llegó a la altura de mis labios nuevamente. 

Me abrazó fuerte al tiempo que entraba en mí y toda yo me estremecía al abrirme. Suave, pero firme. Lento al punto de la desesperación. Lento al punto de sentir cada instante, cada centímetro de él, cada centímetro de mí misma. El sexo con él logra, de alguna manera, que cada vez me redescubra, que tome consciencia absoluta de mi cuerpo y mis sensaciones. El sexo con él me recrea cada vez, me vuelve suya cada vez. Suya. Por eso hace conmigo lo que quiere. Lento al punto de la desesperación.

Pero él también es mío, es completamente mío. Por eso yo hago con él lo que quiero. En ese abrazo interminable, arrastré mis manos desde su cuello hasta esa cola absolutamente perfecta que tiene y lo presioné contra mí. Lo presioné. Lo apuré. Lo violenté. Porque es mío hago con él lo que quiero. Rápido al punto de la desesperación.

Porque soy suya, hace conmigo lo que quiere. Me giró. Porque soy suya, hago lo que él quiere. Arqueé la espalda porque en esa posición felina puede penetrarme hasta el fondo, porque puedo sentirlo llenarme por completo. Porque es mío, hace lo que yo quiero. Porque hace lo que yo quiero, me trató como la puta que soy. Y como me trató como su puta, acabé. Orgasmo violento, si los hubo. Grité. Orgasmo largo, larguísimo, infinito. Gritaba. Gemía. Temblaba. Convulsionaba. Él. Temblaba y convulsionaba él cuando me escuchó estallar. Y mis contracciones sentían su latir. Y mi humedad resbalaba por mí, por él, por las sábanas.

“Respirá“, me recordó mientras me acomodaba el cuello, que había quedado colgando hacia atrás. Y en ese instante, esas manos fuertes se volvieron suaves de repente para levantar esta vez todo mi cuerpo, y acomodarlo en la cama. Me tapó, me besó la frente. Lo besé en los labios. Nos amamos. Nos dormimos. Nos despertamos. Nos amamos.

lunes, 21 de junio de 2010

Hoy a la tarde.

Hace algunas semanas me despertó con un consolador entrando y saliendo de mi a velocidades insospechadas. Pensé que no había mejor manera de amanecer...

me equivoqué.


Anoche me acosté a las 4:30am y me desperté a las 6am para seguir estudiando. Agotada, terminé el parcial en poco más de una hora y me fui a esperarlo a su cama. Llegó media hora después, compramos comida y después de almorzar, fuimos a comer caramelos y chocolates a la cama, antes de dormir.

Dormirme yo, y dejarme dormir él. Sabía que no daba más del sueño, sabía también que tres horas de siesta eran ya demasiadas. Sabía que AMO despertarme caliente, sabía cómo calentarme. SABE como calentarme.

Tuve el primer indicio de conciencia cuando él intentaba convencerme de algo hablandome al oido y con caricias en el pelo. Volví a cerrar los ojos. Los abrí una vez más cuando sentí la humedad de su boca en mi entrepierna. Sin embargo, no pude tomar plena conciencia de lo que estaba pasando hasta que su lengua llegó a mi clítoris, hasta que me llamó "puta" mientras me retorcía una teta, hasta que me acercó su pija a la boca.

No me dejó chupársela mucho tiempo, quería cogerme. Enorme y bien llena de mi saliva, entró su pija en mí de un golpe. Gemí. Me partió al medio. Grité. Grité y gemí muchas, muchas, muchas veces, y es que me desespera cuando me coge así, tan salvaje. Alucinada, me olvido de todo y simplemente me dedico a sentir y a disfrutarlo: con las piernas sobre sus hombros o juntas hacia un costado, recostada sobre su pecho haciendo ese movimiento de caderas que tanto le gusta, o sentada en cuclillas sobre su pija con ésta bien metida hasta el fondo; y en cuatro, con la espalda arqueada y la cola bien paradita y con sus pulgares empujando hacia los costados, abriéndola lo más que podía, mientras me cogía por la concha. Lo insulté, lo insulté porque no puede ser tan perfecto, lo insulté hasta que ya no pude hacerlo porque necesitaba gritar. Grité hasta que no pude seguir porque los espasmos de ese último orgasmo compartido no me dejaban. Esa es la más fuerte de todas las sensaciones, sentirlo acabar dentro de mí, sentir como se hincha y cómo late; tan grande es. Sentir su calor, y la posterior quietud de su cuerpo sobre el mío. Y temblaba, no podía parar de temblar... ni quería dejar de acabar.

"Pajeame", le pedí momentos después y entre asombrado y travieso me dijo: "acabaste mil veces!". "Quiero más", le dije llevando su mano a mi concha. Sin embargo, cuando sus dedos estaban por lograr su cometido, preferí estirar un poco el momento y llevé su mano a mis pechos. Los apretó, los retorció, los mordió, los acercó a mi boca y mientras él me miraba, lamí y succioné mis propios pezones mientras me tocaba con ambas manos. Uno o dos minutos más tarde, tenía yo el último orgasmo y él ya una nueva erección.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Error de cálculo.

Así transcurrió la noche y bien temprano en la mañana nos fuimos del hotel porque yo tenía cosas que hacer. El trámite fue rápido, así que tuvimos todo el resto de la mañana para pasear por la ciudad, todo el resto de la mañana para calentarnos una vez más.

Después de almorzar, retozando en Plaza Francia, mi calentura no entraba ya en mi cuerpo y empezó a hacerse demasiado notoria. Recostada en un banco de la plaza, con mirada lasciva disfrutaba de él haciendo piruetas en un árbol.  Me manoseé un poco. Me vio. Gruñó. Nos miramos, nos reímos entre divertidos y excitados. "¿Volvemos al hotel?".

Sus manos no se quedaron quietas en el taxi y aceleraron aún más sus movimientos en la habitación. No recuerdo bien qué pasó en el medio, pero sí me acuerdo de las terribles ganas que tenía de que por fin pudiese entrar en mi culo.

Amante yo del sexo anal, y amante él de mi culo, fue una de las primeras cosas que intentamos unas semanas atrás. Intento que falló aquella vez, pero no iba a fallar ésta.

Escupió primero, untó lubricante después. Metió uno, dos, tres dedos. Apoyó la cabeza de su pija en la entrada y yo, en cuatro, empujé despacito hacia atrás. FUCK! Me dolió como pocas cosas. Nos quedamos quietos, intenté aguantar... y no pude.

"Sacala", le susurré un tanto frustrada. Me miró desconcertado y rezongón al principio, pero no pudo contener la risa cuando le expliqué: "perdón, amor, mi cabeza estaba lista, pero por lo visto mi cuerpo no."

Después de unos mimos, ya estábamos de nuevo en juego, y como mi cola se había quedado con ganas, mientras él me cogía en cuatro, yo metía cuatro dedos en ella. Surgió entonces la frustración: "¡¿por qué entran cuatro dedos y no tu pija?!", le dije en un casi-grito."Eh... digamos que mi pija es bastante más grande que tus cuatro dedos juntos, amor", contestó risueño y, sin previo aviso, me penetró con fuerza, hasta el fondo.

Acabé con mis dedos aún dentro mientras él me cogía...


....y es que la frustración se va rápido cuando hay tanta calentura.