Somos Aire dentro del Agua...

...y cuando aparecen las burbujas, salen a la superficie los gemidos.

sábado, 7 de agosto de 2010

Soma.

Estábamos cansados, los platos quedaron sin lavar y ni siquiera preparamos las cosas para la mañana siguiente. Decidimos dejar el sexo para la madrugada siguiente, antes del trabajo y, en su lugar, apagamos las luces y vimos dos capítulos de TBBT en la cama. Me saqué el pantalón del pijama y cuando quedé en remera y culotte colorado, el roce de nuestras pieles nos dio un cambio de perspectiva.

Abrazados como estábamos, sentía su pija crecer contra mi cola mientras me besaba el cuello. Me giró, se subió encima mío y aún besándome fue bajando desde mi cuello hasta mi entrepierna. “Cogeme“, le pedí después del primer orgasmo, “por favor, cogeme“ le supliqué al oído en un susurro que fue casi ronroneo, cuando llegó a la altura de mis labios nuevamente. 

Me abrazó fuerte al tiempo que entraba en mí y toda yo me estremecía al abrirme. Suave, pero firme. Lento al punto de la desesperación. Lento al punto de sentir cada instante, cada centímetro de él, cada centímetro de mí misma. El sexo con él logra, de alguna manera, que cada vez me redescubra, que tome consciencia absoluta de mi cuerpo y mis sensaciones. El sexo con él me recrea cada vez, me vuelve suya cada vez. Suya. Por eso hace conmigo lo que quiere. Lento al punto de la desesperación.

Pero él también es mío, es completamente mío. Por eso yo hago con él lo que quiero. En ese abrazo interminable, arrastré mis manos desde su cuello hasta esa cola absolutamente perfecta que tiene y lo presioné contra mí. Lo presioné. Lo apuré. Lo violenté. Porque es mío hago con él lo que quiero. Rápido al punto de la desesperación.

Porque soy suya, hace conmigo lo que quiere. Me giró. Porque soy suya, hago lo que él quiere. Arqueé la espalda porque en esa posición felina puede penetrarme hasta el fondo, porque puedo sentirlo llenarme por completo. Porque es mío, hace lo que yo quiero. Porque hace lo que yo quiero, me trató como la puta que soy. Y como me trató como su puta, acabé. Orgasmo violento, si los hubo. Grité. Orgasmo largo, larguísimo, infinito. Gritaba. Gemía. Temblaba. Convulsionaba. Él. Temblaba y convulsionaba él cuando me escuchó estallar. Y mis contracciones sentían su latir. Y mi humedad resbalaba por mí, por él, por las sábanas.

“Respirá“, me recordó mientras me acomodaba el cuello, que había quedado colgando hacia atrás. Y en ese instante, esas manos fuertes se volvieron suaves de repente para levantar esta vez todo mi cuerpo, y acomodarlo en la cama. Me tapó, me besó la frente. Lo besé en los labios. Nos amamos. Nos dormimos. Nos despertamos. Nos amamos.

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