Somos Aire dentro del Agua...

...y cuando aparecen las burbujas, salen a la superficie los gemidos.

martes, 10 de agosto de 2010

Silencio.



Lo miré de manera pícara. No sé con exactitud cómo se transforman mis gestos, pero sé que lo hacen. No sé con exactitud cómo me transformo yo, pero sé que lo hago. La mirada hacia arriba, las cejas arqueadas, los labios torcidos en una sonrisa, a veces, el labio inferior aprisionado por mis dientes. La nena buena, atolondrada, que camina dando algún saltito cada dos o tres pasos, la nena que cuida las apariencias cuando va por la calle, que se rie de cualquier cosa, que hace puchero por cualquier cosa, la nena caprichosa, la nena torpe, la nena... mira ahora hacia arriba con las cejas arqueadas, los labios torcidos en una sonrisa, el labio inferior aprisionado por sus dientes. La nena ya no es nena, a menos que juegue a serlo.

Lo miré con esa expresión, con esa lujuria que desbordaba mi cuerpo. Estaba jugando, sí, pero no a ser nena. Como suelo andar correteando por la habitación, él, sentado en el escritorio, concentrado en lo que leía, no se percató de que mi inquietud iba, ésta vez, para ese lado, así que fui corriendo hacia donde estaba y, como siempre, me senté sobre sus piernas simulando querer molestarlo. Como siempre, se rió y se acomodó para poder seguir trabajando conmigo encima. Pero no pudo. No pudo porque lo pierden mis besos en el cuello. No pudo porque se desespera cuando muerdo su oreja.

Cerró los ojos. Suspiró. Me miró. Le sonreí. Me preguntó bien bajito si estaba caliente. Metí su mano dentro de mi pantalón para que lo compruebe por si mismo. Mi tanga, empapada, habló por mí. Llevó sus dedos a mi boca. Los lamí entusiasmada. Me cargó sobre sus brazos y me dejó caer en la cama. Me sacó la remera. Quiso besarme, no lo dejé. Moviendo la cabeza hacia los costados en señal de negación, le expliqué que no, al tiempo que desabrochaba su pantalón. Quería besar su pija. Entendió. Él solito se desnudó de la cintura hacia abajo, y yo, mientras tanto, quedaba sin corpiño.

Arrodillada en la cama, agarré su pija, la miré, me enamoré otra vez de ella. La lamí desesperada. Volví a mirarla. Aspiré su aroma. La escupí. Lo miré a él. Metí todo lo que pude de una vez en mi boca. Una y otra, y otra vez. Suspiró. Me empujó. Se abalanzó sobre mí. Terminó de desnudarme y me cogió. Su necesidad era urgente. Mordí mi mano para no gritar, luego su hombro. Ahora, en cuatro, la víctima de mis dientes fue la almohada, y él mientras tanto, apretaba cada vez más fuerte mis caderas al tiempo que sus huevos golpeaban contra mi culo. Me tiró del pelo, me hizo doler. Me hizo acabar, y acabó él. Todo en un completo silencio. No siempre está la casa vacía.

3 comentarios:

  1. Jajaja me encanto.
    y me calento.
    Mucho.
    Ya te voy a agarrar esta noche, a vos, cosa hermosa.

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  2. Que genialidadddddddddddddddddd
    Me da todo el morbo saber qué edad tienen, cómo se enamoraron, qué hacen.... me encante ese espacio que tienen. Los felicito!

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  3. Muy bueno. Qué lindo que te escupan la pija y se la coman toda. Ustedes sí que se quieren :)

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